viernes, 6 de julio de 2007

Psicodinámica de las relaciones padres-maestros

Psicodinámica de las relaciones padres-maestros
(Revista Cuadernos de Pedagogía)
NIÑOS DIFÍCILES, MAESTROS DIFÍCILES
Empezaremos por analizar aquellas situaciones en las que la escuela es quien aconseja a los padres la entre-vista con un especialista para solucionar las dificultades observadas en un niño. Con bastante frecuencia este consejo comporta varios aspectos: En primer lugar, puede implicar para la escuela el colocar el problema fuera de ella, exigiendo a los padres que se cuestionen sus formas de actuar y de sentir respecto a su hijo, y, en segundo lugar, puede re
presentar en parte la dificultad de la escuela o del maestro de analizar sus propias actitudes frente a este niño con dificultades.
La forma en que haya sido transmitido a los padres la existencia de dificultades en su hijo determinará el que pueda ser bien comprendida y aceptada por su parte; cuando los padres no pueden aceptar las repetidas indicaciones de consulta por parte del maestro, debemos pensar que no es debido solamente a las resistencias de los padres en asumir un hijo problema, sino que dependerá también de cómo lo haya transmitido el maestro.
Cuando un maestro comunica a los padres que su hijo presenta dificultades, puede estar negándose a sí mismo todo lo que él ha vivenciado frente a su alumno, y puede estar buscando en la familia o en el niño la responsabilidad de sus propias limitaciones o las de la institución en la que trabaja. Es evidente que, de una forma u otra, este niño difícil ha cuestionado al maestro su cualificación pedagógica, es decir sus aptitudes y recursos como enseñante y educador, a la vez que despierta en él sentimientos contradictorios de protección y de rechazo.
El maestro se encuentra que debe manejar por un lado sus sentimientos de culpabilidad al pensar que quizá no dedica a este niño suficiente atención o que no le está dando lo mejor a su alumno, y, por otro lado, no puede dejar de sentir una cierta agresividad hacia este niño que es incapaz de recibir lo que pretende darle como maestro. Soportar esta situación tan conflictiva, obliga a veces al maestro a defenderse de ella buscando fuera de él algo que justifique sus límites, y en este momento cuando corre el peligro de trasmitir un consejo o una orientación a los padres con un cierto matiz de acusación. Queremos aclarar aquí que nosotros no consideramos al maestro como responsable individual de esta situación conflictiva, sino que entendemos que es la escuela la que, como institución, debe crear sus propios recursos para canalizar todas estas tensiones.
LA DISTANCIA COMO DEFENSA
Otra forma de defenderse de sus sentimientos ambivalentes, puede llevar al enseñante a presentarse frente a los padres como técnico, y como tal con posibilidad absoluta de objetivizar el problema consiguiendo así alejarse de la situación dolorosa que están resintiendo los padres. El maestro, de este modo, se siente seguro y libre de conflictos, atribuyéndolos al niño y a la familia. Esta situación de falsa objetividad determinará la posterior comunicación entre padres y maestros, dando lugar a actitudes cada vez más divergentes.
La objetividad del maestro crea en los padres sentimientos muy diversos; por una parte puede dar lugar a una dependencia frente al enseñante, lo cual puede conllevar una cierta envidia y agresividad hacia él. Por otra parte, puede provocar sentimientos de culpa al pensar que no están educando adecuadamente a su hijo. Todo esto se debe a que se ha partido de la norma pedagógica ideal y no de las posibilidades de actuación de cada uno de los padres.
Es cierto que, a pesar de los vínculos racionales que se establecen entre alumno y maestro, éste tiene, comparación con los padres, más posibilidades de objetivizar en lo que se refiere a la forma de ser del niño dado que le unen a él menos lazos afectivos de los que pueda tener la familia, sean estos positivos o negativos. En esta posibilidad de objetivización la que le permite ayudar a los padres respecto a la forma de conducta frente a su hijo. Este deseo de ayuda puede llegar a confundirse con un deseo de competir con los padres, creyéndose el educador el padre o la madre ideales de sus alumnos. Este deseo del maestro toma especial intensidad en la etapa adolescente de los alumnos, coincidiendo con la crisis de identidad e identificación características de esta crisis evolutiva, en la que el adolescente intenta abandonar sus figuras parentales. Es evidente que el maestro puede jugar un papel importante cediendo a nuevas posibilidades de identificación a condición de que no pretenda sustituir a uno de los padres aliándose con las quejas que el adolescente formule de ellos.

PADRES Y MAESTROS: UN DIFÍCIL ENCUENTRO
Los padres también resienten dificultades en el trato con los maestros, con los que comparten la educación y el aprecio de su hijo. La escuela, junto con la familia, son los grandes puntos de referencia que tendrá el niño a lo largo de su evolución, y los padres vivirán la escuela como algo que le ayuda en el crecimiento de su hijo a la vez que sentirán que le quita parte de ellos.
De alguna manera la escuela representará el complemento a las limitaciones de la familia y exigirá de ella funciones muy concretas. Por ejemplo: una familia con imposibilidad de poner límites al hijo pueden exigir de la escuela una disciplina férrea, una madre con conflictos en la alimentación del hijo querrá controlar estos aspectos en la escuela...
Todas estas exigencias, que traducen un conflicto propio de los padres, aparecerán en la escuela como poco
objetivas y serán realmente muy difíciles de satisfacer y de englobar en el sistema institucional, manteniéndose siempre como puntos conflictivos en la relación padres-maestros.
Los padres pueden tener por ellos mismos tantas dificultades para asumir el hecho de tener un hijo difícil, que tendrán que negarlo a través de considerar la escuela como algo ineficaz, atacándola constantemente tanto en sus métodos pedagógicos como criticando su línea educativa. Por ejemplo, los padres pueden decir que no se atiende suficientemente a los chicos..., que existen compañeros que perjudican a su hijo..., que han tenido mala suerte con el maestro..., etc.
El análisis institucional de la escuela debería permitir una respuesta adecuada a estas actitudes provocadoras de los padres para evitar entrar en un dialogo destructivo. En nuestra experiencia profesional como psicólogos escolares somos requeridos frecuentemente como jueces para que dictaminemos de qué lado está la razón, del maestro o de los padres, mediante el estudio del niño en la consulta.
Nosotros, además de tener en cuenta la posible situación conflictiva del niño, constatamos la mayoría de las veces el gran deterioro existente en la relación entre padres y maestros, quiénes se disputan el papel de padre ideal, la buena relación, la objetividad; y se traspasan la culpabilidad, la impotencia, la agresividad, sentimientos que seguramente se hallan tanto en los padres como en los maestros pero que nadie se atreve a asumir. En ningún momento creemos que estos sentimientos deben ser tildados de negativos por ellos mismos, ya que, en todo caso, lo que puede ser fuente de conflictos es actuarlos sin poderlos concienciar.
Pensamos que una institución escolar debe tener la posibilidad de crear los recursos necesarios para actuar basándose en estos sentimientos, a estas actitudes y contra actitudes, favoreciendo la psicodinámica de la relación padres-maestros.
http://perso.wanadoo.es/angel.saez/pagina_nueva_53.htm

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